Biografia Jose Eustasio Rivera Salas
José Eustasio Rivera Escritor huilense (San Mateo, hoy Rivera,
febrero 19 de 1888 – Nueva York, diciembre 1 de 1928) nació en el camino que
iba de San Mateo a Neiva, en el seno de una familia modesta, de escaso poder
económico y dedicada a distintas labores relacionadas con el campo. Sus tíos
Pedro, Napoleón y Toribio Rivera fueron generales de la República y ocuparon
destacados cargos públicos en el gobierno, el Congreso y la educación. Su padre
fue Eustasio Rivera, casado con Catalina Salas, matrimonio del que nacieron once
hijos.
Educado por
religiosos, Rivera estudió en los colegios Santa Librada de Neiva y en el San
Luis Gonzaga de Elías. Desde el colegio, sobresalió por sus habilidades para
las matemáticas y las letras. Muy pronto comenzó a ser reconocido por sus
poemas y sonetos.
Primeros poemas
De 1906 a 1909 son
los poemas «Gloria», «Tocando diana», «En el ara», «Duo de flautas», «Triste»,
«Aurora boreal» y «Diva, la virgen muerta», este último dedicado a la memoria
de su hermana Inés. Todos estos poemas están impregnados de las dos corrientes
que a principios de siglo se confundían en Colombia: el romanticismo y el modernismo.
Rivera, en medio de las dos corrientes, romántica y modernista, sin ser de los
Centenaristas, pero tampoco de los Nuevos, logró en un estilo muy personal,
aproximarse de manera original a un tema frecuente en la poesía colombiana: su
geografía física. En su aproximación al paisaje, Rivera no sólo trató de
subjetivizar la naturaleza, sino de hacerse uno con ella. No trató de
animizarla, sino de adoptarla para darle fuerza a su propia subjetividad, en
una correlación tan íntima, que al finalizar el poemario Tierra de promisión,
en el soneto XXV de la tercera parte, se atrevió a decir: …Y quién cuando yo
muera consolará el paisaje?. En términos generales, la totalidad de la obra de
José Eustasio Rivera abrazó el sentido trágico de la vida. Rivera vivió
obsesionado por la terrible limitación de la grandeza de la vida: la mortalidad
y la intrascendencia de la condición humana: El hombre a pesar de la libertad
de su pensamiento, debe rendirse ante la finitud de su tiempo, sin que el otro
tiempo le permita ninguna absolución.
En 1920 Rivera
publicó un soneto que ilustra esta idea: Loco gasté mi juventud lozana / en
subir a la cumbre prometida, / y hoy que llego, diviso la salida / del sol tras
una cumbre más lejana. En 1906 Rivera ganó una beca para ingresar a estudiar en
la Escuela Normal de Bogotá. Allí fue el protegido de un profesor y escritor
conocido bajo el seudónimo de Pacífico Coral. En 1909 se trasladó a vivir a
Ibagué y trabajó como inspector escolar. Sus poemas de esta época están
marcados por elementos de la poesía épica de Miguel Antonio Caro y
de Rafael Núñez. Estos poemas estuvieron vinculados a las celebraciones
del primer centenario de la independencia de los países bolivarianos. Los
mejores de ellos se encuentran consignados en su extensa Oda a España, que
obtuvo el segundo lugar en los Juegos Florales de Tunja, en 1910. Esta obra fue
publicada en El Tropical de Ibagué, en septiembre del mismo año.
Estudios y otros trabajos
En 1912 Rivera
ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad
Nacional y trabajó como empleado del Ministerio de Gobierno. Escribió
algunos dramas teatrales como Juan Gil. En 1917 se graduó como abogado con la
tesis «Liquidación de las herencias». De una selección de más de 300 sonetos
escritos desde su infancia en Ibagué, surgió Tierra de promisión, libro editado
en Bogotá en 1921. Estructuralmente la obra está dividida en tres partes
dedicadas a la selva, las cumbres y los llanos, que resumen, a la vez, tres
aproximaciones estéticas del poeta a ese mundo personal, animal, vegetal,
mineral y astronómico tan rico como un detallado tratado de ciencias naturales,
que se refieren a su subjetividad, a la objetividad y a la simbiosis entre
ellas dos, en palabras de Isaías Peña. Este poemario le abrió camino a su
novela de 1924, que, curiosamente, tiene casi la misma estructura, con un
prólogo y tres partes.
Trabajo en la Comisión Limítrofe y denuncia social
Después de la
muerte de su padre, en 1922, Rivera se trasladó a Sogamoso y comenzó a escribir
La Vorágine. Por esta época fue designado secretario abogado de la Comisión
Limítrofe Colombo-Venezolana, y el 19 de septiembre de 1922 partió con esta
Comisión rumbo a Girardot. Siguiendo la ruta del río Magdalena abajo, pasaron
por Barranquilla, Puerto Cabello, La Guaira y Puerto España. Entraron por el
Orinoco hasta Ciudad Bolívar, antigua Angostura, y llegaron a Caicara a finales
de octubre. Antes de la confluencia del río Meta con el Orinoco, en los
raudales de San Borja, José Eustasio Rivera, cansado por el abandono en que los
tenían los gobiernos de Colombia y Venezuela, decidió renunciar a la Comisión y
continuó solo el viaje.
El 20 de diciembre
llegó a San Fernando de Atabapo, sobre la estrella fluvial del oriente que
conforman las desembocaduras de los ríos Orinoco, Guaviare, Atabapo e Inírida.
En un caserío en Orocué, contrajo paludismo y allí se reencontró con Melitón
Escobar, su antiguo compañero de comisión. A finales de enero de 1923, se
reintegró nuevamente a la Comisión. Salieron de San Fernando, bajaron a Yavita,
Maroa y Victorino, en plena selva, y sin mapas, ni los más elementales
instrumentos de trabajo, trazaron los límites, en compañía de los ingenieros
suizos con los que viajaban. Según anotaciones en el diario del médico
venezolano de la Comisión, doctor Ramón Ignacio Méndez Llamozas, fue en los
largos y tediosos días de la permanencia en Yavita, que José Eustasio Rivera
escribió muchos de los capítulos de La Vorágine, y fue allí donde le oí leer
algunas páginas de la obra.
A finales de mayo
regresaron a San Fernando, y Rivera decidió, con Melitón Escobar, retornar al
país. Durante el viaje de vuelta, Orinoco arriba, Rivera se dedicó a tomar nota
y a recoger toda la documentación existente sobre el abandono en que vivían los
colombianos en las fronteras. Así conoció la explotación inhumana de los
caucheros en las selvas de Colombia, Venezuela y Brasil, y la fatídica historia
de los capataces de la Casa Arana, que dominaban los territorios entre los ríos
Putumayo y Caquetá. El 18 de julio de 1923, Rivera envió desde Manaos al
Ministerio de Relaciones Exteriores, sus denuncias sobre las injusticias y
crímenes cometidos a los colombianos en las fronteras. El 12 de octubre regresó
a Bogotá. Entre abril y mayo de 1924, luego de organizar una Junta Patriótica
de Defensa Nacional en Neiva, se dedicó a escribir artículos de denuncia en la
prensa nacional, pero sus advertencias y peticiones no fueron acogidas.
Obras
destacadas
La Vorágine
La Vorágine se
publicó en abril de 1924, en la Editorial Cromos de Bogotá. La novela fue
escrita durante dos años, y corregida en seis meses, entre Sogamoso, San
Fernando de Atabapo, Yavita, Maroa y Neiva. Según Isaías Peña, algunos de los
elementos que confluyen en la novela son: El sentimiento trágico de la vida,
como lente condensador, y los celos como ingrediente permanente de la relación
de pareja. La historia de Arturo Cova, protagonista de La Vorágine, es la
historia nuestra, es la historia desolada de los caucheros esclavizados en las
fronteras de Venezuela, Brasil y Perú. Sin caer en la sociología literaria,
Rivera logró fundir magistralmente la tragedia colectiva de los caucheros, con
la tragedia individual de Arturo Cova, su vida y su turbulento amor. Pocos
autores como Rivera en Colombia y en el continente latinoamericano anota Isaías
Peña- han tenido ese don de hacer hervir la conciencia de los personajes de una
obra. Por eso hombre y naturaleza en esta novela son un río (grávido) que nace,
crece, da muchas vueltas, se enturbia, se golpea en los raudales, se ahonda, se
embruja y se pierde en el mar o en el cielo.
En 1925, Rivera fue
elegido miembro de la Comisión Investigadora de Relaciones Exteriores y de
Colonización. Publicó entonces una serie de artículos en El Nuevo Tiempo de
Bogotá, bajo el título «Falsos postulados nacionales». En estos artículos,
Rivera denunció todo tipo de irregularidades, especialmente en la contratación
del oleoducto Cartagena-Barrancabermeja. Estas denuncias, que involucraban
desde el presidente Pedro Nel Ospina hasta el ex ministro Esteban Jaramillo,
provocaron un gran escándalo en el Congreso y en el país entero. En 1926
apareció la segunda edición corregida de La Vorágine, y Rivera empezó a
escribir su segunda novela, La mancha negra, perdida años después en Nueva
York. En 1928 viajó a Cuba, a representar a Colombia en el Congreso
Internacional de Inmigración y Emigración de La Habana. Después de cumplida su
misión, se embarcó para Nueva York. Allí fundó y dirigió la Editorial Andes, y
contrató con Angel Flores y con Earl K. James la traducción de su novela.
Simultáneamente, buscó las conexiones necesarias para pasarla al cine, sin
resultados positivos a causa de sus exigencias nacionalistas.
Más adelante,
publicó la quinta y definitiva edición de La Vorágine, con más de tres mil correcciones.
El 1 de diciembre de 1928, a los 40 años de edad, José Eustasio Rivera murió en
su apartamento de la calle 73 en Nueva York, de muerte misteriosa. Su cuerpo
embalsamado recorrió sin descanso, durante un mes y nueve días, distintos
lugares: primero en la Sixaloa de la United Fruit Company, luego en el
vapor-correo Carbonell González, por el río Magdalena, y al final por el
ferrocarril central, recibiendo en cada puerto y en cada pueblo los homenajes
que nunca recibiera en vida. Sus restos se encuentran en el Cementerio Central
de Bogotá, donde fue enterrado el 9 de enero de 1929.
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